Y se nos murió el amor,
cuando nuestras glicinas,
tenían el perfume tan único
ese que solo ellas poseen,
pero ya no traían a tu imagen
como antes.
Y se nos murió el amor,
cuando el cielo era azul
o tal vez un celeste diáfano,
pero dejó de ser nuestro nexo
allí donde nos encontrábamos
cada noche, en un abrazo ambas.
Y se nos murió el amor, amor,
cuando el café era el desayuno,
pero ya no más el aliado tácito
que acompañaba nuestros diálogos
tan versátiles, tan amorosos,
mientras reíamos o llorábamos.
Y se nos murió el amor,
le faltó cuidados,
le sobró el acostumbramiento
a lo rutinario,
y a lo rutinario, nuestro amor,
no iba a acostumbrarse nunca.
Viviana Laura Castagno Fuentes
