Siempre he amado
observar a la natura
mientras despliega
sus extraordinarios dones
y a la versatilidad
de los cambios convoca.
Me he extasiado por años
escudriñando desde un balcón,
los bellísimos jardines
y vergeles esplendorosos
que el barrio de Núñez
sabía ofrendar como nadie.
Pero, siempre he sido
una cómoda espectadora,
hoy los roles han cambiado
me convertí en protagonista
en otro lugar de residencia
y heme aquí con ínfulas
lidiando con los despojos
de un otoño especialista
para desbaratar el orden
y la prolijidad deseadas.
Está desnudando
con gran habilidad diría,
a un viejo y frágil sauce
que ni resistencia ofrece,
entrega todo su follaje
a la voracidad de los vientos
que en alfombra natural
lo está convirtiendo.
La idoneidad que posee
es indiscutible,
sabe desvestir a una especie
pero también pinta ocres,
tonos rojizos y anaranjados
en otras, y en beldades
las convierte de la noche
a la mañana.
Otoño, sabes como nadie
descompaginar con esmero
y sumir en un caos
la otrora organización
que era mi deleite,
ahora hay hojas
languideciendo
en cada intersticio
de la casa, nada está exento.
Todo ha quedado
debajo de un manto
amarillento y pálido,
vestigios de lo que fue
hasta ayer nomás
un imponente sauce
que desde hace décadas
su sombra y su cobijo
estuvo obsequiando.
Viviana Laura Castagno Fuentes
