Esta mañana
como si hubiese
—una trama pergeñada—
el aroma inconfundible
del café que compartíamos
ha recreado tu imagen
y la agigantó con creces.
Pero no estás allí
solamente,
sino en los silencios
—esos que hacen ruido—
ellos hablan y comunican
con gran idoneidad
y de las palabras, prescinden.
Y es en la sonrisa cómplice
la que en tus ojos estaba,
y es en la hoja distraída
que el viento desgarra
ayudado por una lluvia
tenaz y duradera.
Y es en la bellísima
planta de aljaba
que está demorando
ofrendar a su reina,
—tal vez he sido ineficiente
en sus cuidados—
o te extraña y decidió
minimizar su brillo.
Y es en el cielo
que no abrió
sus párpados,
—una recalcitrante bruma
lo está eclipsando—
y bajo un manto gris
ha desaparecido.
Y es en la noche
que alargó su estancia,
y es en el atardecer
—que disciplinó a sus luces—
cuando la oscuridad
llega a secuestrarlas
antes de lo convenido.
Y es de nuevo
en otro café fragante
—el último de la jornada—
el que en soledad disfruto,
mientras tus recuerdos
con determinación manifiesta
en perpetuidad absoluta
se han convertido.
Y es en tu legado
de amor
—la fuerza motriz—
donde recuesto ahora
mis tribulaciones,
soy la heredera absoluta
y hasta la garante
para que aun ausente
—tu exilio sea un fracaso—
porque en mis recuerdos
vivirás, mientras yo viva.
Viviana Laura Castagno Fuentes

