El atardecer sabe
—a una despedida—
a un adiós inestable
sin regreso asegurado.
Es la extinción
de las luces,
pero también de la vida
cuando los ímpetus merman.
Abunda la minimización,
todo es una reducción
un acotamiento inevitable
una pausa, una espera.
El atardecer despierta
al alma creadora,
—es un interregno inefable—
es la fe, que al mañana aguarda.
No descubrí todavía
los secretos todos
que guarda el río.
No necesito invadirlo,
me basta con sentarme
en una piedra o sobre la arena
para observarlo, mientras discurre.
Transmite tanto el ecléctico,
comunica cuando es cascada
danzando entre las piedras
y también cuando un estanque parece.
Es un artista polifacético,
esculpe sin cincel
ejecuta una sinfonía única
sin instrumento alguno.
Si hasta a contenedor torna,
y aun sin manos
con habilidad acaricia
cuando a sus aguas acerca.
No descubrí todavía
los secretos todos
que guarda el río.
Y no lo haré nunca,
es una osadía de mi parte
una insolencia, un atrevimiento,
inmiscuirme en las intimidades
de un amigo que gentilmente se ofrenda.
Viviana Laura Castagno Fuentes
