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viernes, 18 de octubre de 2019

LA HAMACA DEL PUEBLO

                                  

Mi padre era naturalmente un hombre muy habilidoso, dones tal vez heredados de su papá, mi abuelo, a quién no logré conocer, porque falleció cuando a la sazón tenía yo un año y ocho meses.

Supo mi padre hacer de nuestra infancia un verdadero deleite. Era la mayor de tres hermanos y la única mujer, por lo tanto tenía ciertas potestades aseguradas, con la anuencia y complicidad de mi adorada madre también.

Mi niñez ha sido pródiga en disfrutes con amigos del colegio, del barrio, eran juegos variados a los que se sumaban niños que pasaban en ese mágico momento por la vereda de mi casa, donde la diversión tenía su lugar garantizado.

Las rondas, la rayuela, andar en bicicleta, en monopatín o simplemente sentarnos para conversar temas de niños, eran un cita diaria y transcurría en la vereda, sobre todo en tardes primaverales o de estío, porque el sol se ocultaba mucho más tarde.

En ese espacio, la vereda, había también un lugar donde el césped era el gran protagonista y allí, casi besando la calle, estaba el garante de la mayor de las diversiones: "un esplendoroso árbol de paraíso", con su tronco leñoso, sus hojas verdes oscuras, lustrosas y sus flores violáceas con una delicada fragancia que formaba ramilletes.

Con las flores, diseñábamos collares; debíamos desprender los pétalos y dejar solamente el pistilo, por allí con la ayuda de una aguja e hilos, con extrema delicadeza, los uníamos uno a uno hasta lograr un amoroso collarcito con la generosidad de las flores más sencillas y glamorosas (debo admitir que sentía muy profundamente que las mutilaba).

Pero la magia del árbol tenía otra impronta, mi padre, había observado, que una de sus ramas, caprichosamente había crecido como un brazo extendido, bien horizontal, como invitando a jugar con ella.

¿Y qué pergeñó papá?: ¡Una hamaca!

Sí, haría una hamaca con cadenas y asiento de madera suave y brillante para nosotros los tres hermanos, pero también para ser compartida con todos los niños que por allí pasaban.

Y la construyó, envolvió a la rama generosa con tela gruesa para preservarla, para que las cadenas no la dañaran; fue uno de los tantos alborozos que tuve en mi infancia, una hamaca fabricada por papá y para ser disfrutada por todos.

Así nació una leyenda casi, la denominaron: "La hamaca del Pueblo", porque era ese su destino, su finalidad. Que cada amigo, cada niño o quién deseara sentir la brisa en su rostro cuando un envión los empujaba, disfrutara libremente y sin pedir permiso alguno.

La hamaca del pueblo fue un regalo de papá, para nosotros, pero también para todos los niños, no existían mezquindades, no sabíamos sobre ella, nuestros padres nos educaron con valores eternos que aún hoy a mis sesenta y dos años son mi guía y faro, cuando las inclemencias del afuera intentan derrumbarme viene a mi memoria la hamaca del pueblo, un símbolo sobre la solidaridad y la generosidad que mantienen viva a aquella niña.

Muchas gracias papá , tu hamaca era un juego más, pero para mí se convirtió en toda una parábola, una enseñanza sobre los valores humanos, que jamás olvidaré mientras continúe explorando este azaroso camino de la vida.

Viviana Laura Castagno Fuentes
              

viernes, 20 de abril de 2018

EL MAR EN EL CIELO



En aquel mundo, nada era como es,
todo estaba invertido, el mar no estaba allá
donde todos conocemos, sino en un cielo diáfano
que con enorme complicidad le daba albergue
por un rato o por el tiempo que el mar decidiese.

Los abuelitos, juntos a sus traviesos nietos,
comenzaban una aventura más,
de esas que amaban, porque disfrutar
de las bondades de la natura, era un peculiar sueño 
que todos compartían.

Y esta vez, el generoso mar, subió sus especímenes
para que sobre ellos, los niños y el abuelito navegaran;
mientras la abuela, un cuento más preparaba para leer
a sus nietitos que sobre tazas volaban y sobre peces dormían.

En un cielo transformado en inmenso mar, nada era igual,
no estaban las nubes de algodón, sino transparentes burbujas
que se dejaban atrapar, por un nieto simpático y audaz,
mientras el cuento elegido por la hermanita estaba por comenzar.

La vida es así, nos obsequia cada día, situaciones sorpresivas,
nosotros debemos estar atentos nada más y dar rienda suelta a la creatividad, una llave mágica que abre posibilidades infinitas.

Porque si cerramos puertas a la imaginación y ventanas también,
no habrá mares en el cielo, ni peces -diván y tampoco cuentos para escuchar.


Viviana Laura Castagno Fuentes





                           

sábado, 13 de febrero de 2016

UN MUNDO IDEAL

Los niños y la abuelita subieron a una nube cómplice a la gran mesa, en ella se sentaron, la abuela con una de sus nietas.

Sobre un gran plato playo se acomodó uno de los niños, el otro atisbaba desde una taza coqueta pintada con rosas, mientras su pícara hermanita se balanceaba sobre rodajas de un apetitoso pan casero.

¿Están preparados todos?, preguntó la amorosa abuelita
- Sí, respondieron sus nietos.
Y comenzó a leer el cuento elegido luego de un consenso.

La bellísima historia hablaba de un mundo ideal para los hombres todos, porque las atroces guerras estaban prohibidas, la armonía y el amor inundaban las almas como si fuesen océanos embajadores de la paz tan ansiada.

El dinero no existía, eso no era lo importante; la solidaridad y el intercambio entre todos, les proveía de lo necesario.

Todas las casas tenían jardines muy bellos, las elegantes flores saludaban con fragancias y embriagantes perfumes a los vecinos que por la vereda paseaban; las aves formaban un coro, dirigido por doña lechuza, que invitaba a cantar y danzar a todos los habitantes del mundo.

Los abuelos; los tíos, los padres, las maestras, los padrinos, los servidores públicos, la sociedad en su conjunto; sembraban hectáreas con golosinas variadas para repartir entre los millones de niños.

¡Cuánta felicidad reinaba, la tristeza no estaba permitida!, no era difícil organizar una sociedad más justa, más amable, ¿si no es imposible lograrlo?

¿Se dieron cuenta niños?, dijo la abuelita
- Sí abuela, está todo muy claro, dijo una de las niñas: "Si hay buena voluntad y corazones cargados de amor, un mundo como el del cuento podemos construirlo entre todos y vivir felices para siempre"

- Sí, mi niña, dijo la abuela: "Ese es el mensaje que quise transmitirles"

- ¿Bajamos y vamos a dormir porque es muy tarde?
- ¡Vamos abuelita, muchas gracias por el cuento, nosotros lo haremos realidad y viviremos juntos en un mundo lleno de paz, amor y caramelos!

Viviana Laura Castagno Fuentes.



                

sábado, 30 de enero de 2016

EL ABUELO ALQUIMISTA

Entre los habitantes que hay en la biblioteca cuajada por libros gigantes y otros chiquitos, hay uno que cuenta la historia de un abuelo alquimista.

Cada vez que me acerco despacito, para que casi no perciba allí mi presencia, el abuelo que es muy hábil, tiende su mano gigante y amable e ingreso dentro de sus páginas con enorme alborozo.

Allí están mis amigos, todos se han subido hasta su cabeza, donde un limón gigantesco los ayuda a preparar litros y litros de un exquisito jugo.
El abuelo es muy pícaro, a veces nos sorprende, mueve su cabezota y nosotros reímos porque parece que su intención fuese levantar el vuelo.

Abuelito, quédate quietito, porque "don limón" está muy mareado y no podremos seguir elaborando el delicioso jugo para regalar a todos los niños del mundo.

¿Comprendiste abuelo lo que te pedimos?, tampoco te enfades, simplemente es que no te muevas mucho, permite que acabemos o don limón terminará extenuado y caeremos todos al suelo.

Falta poco abuelo, hay mil vasitos que aún están vacíos, una vez llenados podrás continuar con tu baile y tus picardías hasta que anochezca.

Listo, hemos acabado, ahora bajaremos por el tobogán de tu cuerpo, prepara tus brazos, por ellos nos deslizaremos.

¡Muchas gracias abuelito tierno!, has colaborado para terminar un sueño: regalar miles de vasitos con el aporte generoso de don limón, serán repartidos a todos los niños del mundo que deseen beberlo.

Ya me voy, mamá me estará buscando, no le diré nada, porque no me creerá que estuve dentro de un libro grandote y viejo, elaborando la limonada más deliciosa de todo el universo.

¡Adiós abuelito, hasta pronto!, nos vemos otro día de nuevo, cuando sigilosamente tu mano gigante, me invite a subir a las páginas de un libro cualquiera para vivir otra aventura maravillosa como esta.

¡Hasta otro día abuelito alquimista!


Viviana Laura Castagno Fuentes


EL DUENDE "FELIZ"


       
Siempre voy a pasear por la inmensidad de un bosque que conozco desde muy pequeña.
Posee miles de variedades de plantas, flores y árboles altísimos que parecen besar suavemente a las nubes que en el cielo vasto danzan.
En la base del robusto tronco de uno de ellos, hay una diminuta y preciosa casita muy prolija que llamó mi atención desde hace un tiempo.

Cada vez que volvía a mi bosque, porque así lo siento, intentaba escudriñarla por dentro, para ver si había alguien allí viviendo: ¿y saben cuál fue mi gran sorpresa?, atisbar entre los entresijos de la pulcra puertita a un duende pequeñito que estaba degustando su merienda.


-¡Hola señor duende!, le dije con voz bajita para no atemorizarlo.
 -¿Cómo se llama usted?, claro está si desea decirme por cierto.

El pequeño duende salió hasta la puerta y mirando hacia arriba me respondió:
-Feliz - 
-Le contesté: ¡qué bello es su nombre!, parece que define su vida aquí en este hermoso bosque tan amoroso.


Hablando siempre con una vocecita muy suave y dulce me dijo: 
- Estás en lo cierto, mi nombre es como la vida que vivo aquí en mi gigantesco bosque, muy feliz y maravillosa.

Seguidamente me invitó a conocer su casita, debí arrodillarme para poder observarla por dentro, les aseguro que la austeridad era el principal mobiliario, nada tenía, sólo una camita que un gusano de seda le había obsequiado y una araña habilidosa tejió con esmero. 
Sobre un honguito que servía como mesita de noche, había una estrellita que bajó del cielo para iluminar la salita amorosa y eso era toda su casita.

Afuera, tenía una laguna con agua clara y transparente, me contó que paseaba por ella subido a una media cáscara de nuez con una hoja de helecho que servía como vela para el viento.

Estaba extasiada observando al duende "Feliz", él había logrado lo que todos deberíamos hacer: vivir sólo con lo necesario, desechar todo lujo y ambiciones desmedidas.

Sí , hallar a ese duendecillo fue todo un aprendizaje, la naturaleza era su supermercado, de ella obtenía todo y no necesitaba nada, nada de dinero.
Y así transcurrió el día, sin que me diese cuenta, debía volver a mi casa y despedirme de mi bosque y de mi amigo el amoroso duende.

-¡Adiós amigo "Feliz", ha sido un gran placer conocerlo!, volveré la próxima semana para visitarlo si usted lo desea.

Me dijo con su voz diminuta como su tamaño:
- Te esperaré con agrado, prepararé un pastel con grosellas que crecen aquí cerca y beberemos un té que elaboro con florcitas de rosas mosquetas.

-Muchas gracias amigo duende, hasta la semana que viene, nos veremos por supuesto y celebraremos juntos el habernos conocido, para mí ha sido el más bello de los regalos.

Con usted amigo "Feliz" aprendí la mejor lección de mi vida:
"No debemos pretender demasiadas cosas, basta con tener lo necesario y seremos igualmente muy felices con poco".

-¡ Adiós, adiós duendecillo amigo, ha sido un gran placer conocerlo!


Viviana Laura Castagno Fuentes. 

JALEA DE UVAS GIGANTES

Y ese día tan ansiado llegó por fin para el abuelito y los niños, sin avisar siquiera. 

El gran árbol había sido plantado hacía meses, a todos sorprendía su enorme tamaño, su altura y la rapidez con la que crecía. 

Cada mañana era celosamente vigilado por todos, los niños necesitaban de un catalejo para observarlo, porque desde el suelo no podían hacerlo. 

Los habitantes del pueblo, hacían una ronda entre todos entrelazando sus manos, para lograr rodear la cintura gorda del portentoso tronco. 

Cantaban canciones muy dulces para celebrar el crecimiento, en el pintoresco pueblito había nacido una variedad de vid especial y única y ameritaba el festejo. 

-¡Vamos niñitos!-, dijo el abuelo: " está todo listo para la recolección de las uvas".

Con una gran escalera, treparon hasta alcanzar las ramas sólidas y comenzaron a subir por ellas. 

La niña se sentó sobre una esponjosa y blanca nube, comenzó a desprender con sumo cuidado uva por uva. 

El hermanito menor estaba montado sobre un pez volador e intrépido y el mayor osadamente trepado al brazo de otra gran rama allá en lo alto.

El abuelito tenía un tonel donde se depositaban las frutas, pero antes eran trituradas por el imponente instrumento musical que le aportaba la magia y la melodía necesarias. 

Desde abajo todos estaban mirando, atentos por si alguna uva caía, podían lastimarse debido a su gran tamaño. 

Pero todo transcurrió con absoluta normalidad, nada pasó al final y los niños junto al abuelo, lograron cosechar todas las frutas para elaborar la más exquisita de la jalea de uvas para todo el pueblo. 

¿Vieron qué satisfacción genera el trabajo solidario?, aunque sea pequeñito, no importa, lo trascendente es dedicar un instante de nuestra vida para colaborar desinteresadamente para hacer feliz a la gente. 


Viviana Laura Castagno Fuentes 

PAPÁ ÁRBOL

En mis paseos frecuentes por el bosque que amo, hallé una especie muy peculiar de árbol: es muy alto, esbelto y posee una distinción que lo hace especial y único.

¿Saben ustedes que cada árbol es un laboratorio químico?, no, no estoy desvariando, son tan, pero tan importantes para nuestra vida que elaboran el oxígeno que la garantiza.

Cada uno de ellos es la especie vegetal más grande y milenaria que existe ; tienen entre otras tareas, la de absorber un gas muy venenoso que nos dañaría a todos si no lo eliminaran rápidamente.

También dan cobijo a muchísimas variedades de animales: a las aves, los insectos, a simpáticas ardillitas y a roedores diversos entre tantas otras especies.

Sin los árboles nada crecería, sin ellos, la vida en la tierra no existiría. se ¿Se han dado cuenta cuán trascendente es su existencia?

Pero, deseo contarles la amistad con mi árbol predilecto, el coqueto y elegante, ése al que me referí al principio.
Es muy generoso, acurruca en sus cientos de ramas, a muchísimos animales y parece un papá por la manera en que los protege.

Cuando llueve intensamente, extiende sus manos con grandes hojas verdes y abraza los nidos para que no se mojen.
Es tan especial mi amigo árbol, que para describirlo detalladamente, necesitaría detener los relojes y parar el tiempo.

Entonces, como impedir que transcurra el tiempo nadie puede, les confiaré lo que sucede cuando se acerca la noche.

¿Me creerían ustedes si les digo que él duerme?

¡Sí, como lo escucharon, duerme!

El proceso es el siguiente: mira hacia el cielo, descubre que el sol está en retirada y la noche comienza a pintar el bosque de un negro azulado casi.
Entonces, empieza muy despacito a doblarse hacia el suelo, cuidando que no caiga ni un solo nido, porque sería un desastre.


Una vez encorvado, se asegura que todo esté en orden y comienza a entrecerrar sus ojitos de árbol viejito y sabio y se duerme, plácidamente con una sonrisa en los labios.

Así de especial y único es mi amigo, de día es una variedad vegetal elegante y erguida, pero cuando cae la noche, es un tronco doblado que amorosamente en un gran regazo amparador se convierte.

Bueno, debo dejarlo descansar porque tiene una ardua tarea, es un pulmón que limpia el aire que respiramos, absorbe los gases malos y se merece un sueño amoroso y plácido.

Cuando la primera luz del día lo encandile, se desperezará, abrirá sus ojitos y elevará su sólido tronco cargado de nidos hasta perderse entre las nubes sedosas que lo esperan para acariciarlo.

¡Adiós papá árbol, muchas gracias por tantos beneficios otorgados!


Viviana Laura Castagno Fuentes.