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martes, 25 de diciembre de 2018

AMOR QUE AÚN DUELE



Fuimos una gran historia de amor, de esas que podrían perpetuarse en una película o plasmarse en un libro para deleitar por horas a esas almas sensibles y apasionadas. 

No fuimos un amor convencional, no, fuimos diferentes a todos e iguales también.

Una mixtura entre lo autorizado y lo prohibido, sin el aval social, que por supuesto ni a ti, ni a mí, nos importó mucho. Porque nació así, avasallante, nos envolvió con sus osadías y nos silenció cuando las palabras se tornaban casi innecesarias.

Supo que el cielo era el límite y varias veces lo cruzamos, pero aprendió también sobre restricciones que le fuimos inventando, una a una. 

Un gran amor, una historia que logró fusionar las lágrimas con las risas, se miraba en un futuro que auguraba tiempos de plenitud y complicidad convenidas.

Pero algo, que no estaba en el guión que habíamos elegido, apareció sin dar cuenta y precipitó un final presuroso que abatió nuestras vidas para siempre. 

En segundos, se nos deshizo el sueño, aquel que bordamos con delicadeza extrema y no alcanzó a atisbar la luz siquiera.

Sí, feneció entre nuestras manos, se quedaron desnudas, no pudimos asir a ese amor que sabía a flores silvestres y glamorosas. 

No pudo ser lo nuestro, no pudimos ser amor, se nos derrumbó el cielo y el dolor se aposentó omnipresente sin que tuviera permiso. 

Solo quedan los recuerdos, ellos se empeñan en sobrevivir entre unas ruinas amorfas y grises.

Partiste, buscando la lejanía donde resarcirte y yo aun intento recuperar nuestras risas, porque de risas genuinas lo habíamos edificado y solo encuentro lágrimas que no saben dónde derramarse, porque sin contención se han quedado.


Viviana Laura Castagno Fuentes

LOS AMANTES



En la pradera hay dos árboles especiales. 
Si los miramos con los ojos solamente
son solo dos especies naturales, 
pero si miramos con el alma,
son dos enamorados.

Tal vez, una gran tempestad los arreció, 
entrecruzaron sus cuerpos de leña, 
buscando no morir en la embestida
y desde entonces viven abrazados.

Misterios perpetuos serán siempre;
dos árboles más que ostenta la pradera, 
pero el alma grita que son dos amantes
a los que un vendaval dejó petrificados.


Viviana Laura Castagno Fuentes