Fuimos una gran historia de amor, de esas que podrían perpetuarse en una película o plasmarse en un libro para deleitar por horas a esas almas sensibles y apasionadas.
No fuimos un amor convencional, no, fuimos diferentes a todos e iguales también.
Una mixtura entre lo autorizado y lo prohibido, sin el aval social, que por supuesto ni a ti, ni a mí, nos importó mucho. Porque nació así, avasallante, nos envolvió con sus osadías y nos silenció cuando las palabras se tornaban casi innecesarias.
Supo que el cielo era el límite y varias veces lo cruzamos, pero aprendió también sobre restricciones que le fuimos inventando, una a una.
Un gran amor, una historia que logró fusionar las lágrimas con las risas, se miraba en un futuro que auguraba tiempos de plenitud y complicidad convenidas.
Pero algo, que no estaba en el guión que habíamos elegido, apareció sin dar cuenta y precipitó un final presuroso que abatió nuestras vidas para siempre.
En segundos, se nos deshizo el sueño, aquel que bordamos con delicadeza extrema y no alcanzó a atisbar la luz siquiera.
Sí, feneció entre nuestras manos, se quedaron desnudas, no pudimos asir a ese amor que sabía a flores silvestres y glamorosas.
No pudo ser lo nuestro, no pudimos ser amor, se nos derrumbó el cielo y el dolor se aposentó omnipresente sin que tuviera permiso.
Solo quedan los recuerdos, ellos se empeñan en sobrevivir entre unas ruinas amorfas y grises.
Partiste, buscando la lejanía donde resarcirte y yo aun intento recuperar nuestras risas, porque de risas genuinas lo habíamos edificado y solo encuentro lágrimas que no saben dónde derramarse, porque sin contención se han quedado.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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