Es cierto, a pesar de mis años
poseo una ingenuidad, un candor,
que me acerca más a la niña de ayer,
y me aleja de la mujer del presente.
Vivo pergeñando poesías,
no tengo espacio para malicias,
me alejo de quienes amenazan
la paz que en mis palabras encuentro.
Por eso, cuando la intemperie azuza,
algo dentro de mí se paraliza,
y la violencia inusitada avanza,
hasta que una fuerza interior despierta.
Es el alma, se despabila a tiempo,
cuando las injustas estocadas
la atraviesan y la hieren,
ella solo atina a defenderse
y pone límites contundentes
