Era inasible, imperturbable,
se parecía al mar en invierno
tan frío como imprevisible.
Tenía un sesgo misterioso
en su profunda mirada
que por su intensidad, cohibía.
Pero había que mirarlo
con los ojos que posee el alma
—para descubrir que era un niño—
timorato y frágil, devenido
en un hombre abruptamente
por designios de la vida.
Viviana Laura Castagno Fuentes

