Un ocaso previsible
está secuestrando
sus últimas luces,
parece una lámpara
languideciente
que se está apagando.
Pero, ingresas hasta mí
presurosa, como si intentaras
apaciguar el desánimo
que por doquier desborda
—como si un río fuese—
y logras reconfortarme
y sin miedos me disgrego.