No hay impersonales muros
ni fríos enrejados
que en grises presidios
a las viviendas convierten,
solamente hay vergeles
por donde atisbemos.
No hay timbres,
el aplauso es el reemplazo,
es el anuncio, la evidencia
de quién está llamando
a nuestra puerta.
Si hasta parece un sueño
que la inseguridad
sea un tema de los noticiarios,
no está en la realidad
tampoco está en la mente.
Es un paraíso indiscutible
bañado por un mar divino,
son tantos sus dones
tantos
faltan palabras, faltan,
para definirla con precisión
y no escatimar nada.
El respeto y la amabilidad
por ejemplo,
son valores inherentes
de la condición humana
que Santa Clara del Mar
excepcionalmente
no ha cancelado.
Viviana Laura Castagno Fuentes
