Intenté
evadirlas,
para no lacerarlas,
si hasta parecía
una eximia atleta
cada vez
que mis pasos
en largos
y altos
se convertían.
Intenté
de todo
o casi todo
les confieso,
esforcé a mis ojos
y eso...
eso es decir mucho,
para preservarlas
y no percibirme
como una indolente
o una vil asesina.
Pero... ¡No pude!
Fue tan infructuoso,
tan complejo
el evitarlas,
y heme aquí
y ahora...
sintiéndome
una displicente
una segadora
de la belleza,
de los dones
tan magnificentes
que ofrendan,
porque cometí
un error imperdonable,
una improcedencia
irreparable:
"segué y herí de muerte"
a unas diminutas
y frágiles margaritas
silvestres,
que tímidamente
entre la grama
emergían
para deleitarnos,
y las resumí
a despojos
que hoy
sin vida yacen.
¡Discúlpenme!
Evité pisarlas,
evité dañarlas
pero...
tengo pies
y en realidad...
¡Necesitaba
alas!
que hubiesen
impedido
semejante masacre.
¡Discúlpenme!
Viviana Laura Castagno Fuentes
