Mereces que guarde la playa tu itinerario, mientras a tus pisadas petrifica.
Mereces la versatilidad del recorrido; cuando haya prados disfruta de sus amorosas florecillas silvestres y cuando una bifurcación te sorprenda que sepas escoger la atenuada.
Mereces crepúsculos magnificentes, amaneceres promisorios y un café esperando.
Mereces a la mentira en cautiverio y con grilletes, mientras la verdad celebra su libertad sin condiciones.
Mereces lo que piensas, lo que sientes y exultantes primaveras sembradas en la opacidad de los inviernos.
Mereces que tu vida abandone los eclipses y los renunciamientos —por cuestiones tan privadas— y reverbere la intensidad de tu luz como antes.