Hace tiempo se instaló
una sensación tan inmensa
como absolutamente
intransferible,
que carece de definición
—por ahora—, al menos.
Se siente como un lugar
que se edificó muy dentro
—entre el corazón y la garganta—
generando una zona horadada
donde los vacíos se expanden.
Nada medra allí, nada,
intento sembrar gardenias
o una enredadera de glicina
para que su fragancia esparza
pero es una tarea estéril, trunca.
Hace tiempo se instaló
una sensación tan inmensa
que carece de nombre todavía,
aunque si tuviese que definirla
diría que es —como un adiós
que se quedó aferrado—.
Viviana Laura Castagno Fuentes

