¿A qué huelen
las poesías recién escritas
cuando hacia el orbe viajan
frágiles y adormiladas?
Tal vez huelan
a la fragancia indescriptible
de las glicinas —en vides devenidas—
cuando la primavera arrecia.
Aunque la respuesta
goza de subjetividad, es ilimitada,
posee a un universo implícito
con sus soles y sus lunas.
Hay quienes dirán
que hay una mixtura
perfecta y armoniosa
entre varias esencias naturales.
¿A qué huele
la poesía recién pergeñada
cuando —aún timorata— su vuelo
de emancipación emprende?
Para mí es tan peculiar y único,
no posee parangón alguno
porque sencillamente su aroma
emana de las orillas del alma.
Viviana Laura Castagno Fuentes


