Mi madre ha sido y será el paradigma de todo lo genuino, de lo que estaba bien, de los valores eternos, de la humildad y la entrega desinteresada.
Creía estar "preparada para su adiós", pero me equivoqué y con creces, es un aprendizaje diario que no acabará nunca, porque me sobran años y me falta vida, así de sencillito.
Fue el "verdadero amor incondicional" , ese amor que no tiene parangón alguno, los otros amores son pequeñas grandes trampas de la vida, porque llevan implícito sesgos egoístas que al desinterés lo erradican de un plumazo.
Mi madre no confrontaba, cobijaba al diálogo como único aval para suturar cualquier herida, conocía los límites y sabía ponerlos a tiempo y con firmeza.
Por eso es tan difícil superar su exilio, la casa guarda su voz —la escucho todavía— es y será la ausencia más presente de mi vida.
Viviana Laura Castagno Fuentes


