Cada vez que el palabrerío vacuo, a mi mente ofusca y obnubila, elijo huir rápidamente hacia los esplendores que la naturaleza con enorme generosidad ofrenda.
Es allí, cuando en arrobamiento absoluto, celebro la espectacularidad de un amanecer en primavera, que aún silente, despliega una magnificencia que el hombre no logrará igualar nunca.
O busco las formas antojadizas y efímeras de las nubes cuando el viento las alborota. Son obras de arte, hay que mirarlas dejando que la imaginación juegue un rato.
¿Y las glicinas?
Son para mí las flores más bellas que existen, parecen racimos de uvas en flores devenidas, cada vez que desde lejos elijo mirarlas. Poseen la fragancia más exquisita de la natura, me han embriagado desde muy pequeña hasta este presente que a mi madurez alberga.
Busco caminar entre las piedras que desafían a la evolución y miran con desconcierto al asfalto, me obligan a andar con cuidado, mis pasos son ahora más lentos y precavidos.
Porque es entre estas maravillosas manifestaciones de la natura donde logro hallar a mis musas, esas que gratamente me ayudan a dar forma a un poema, una prosa o un cuento otras veces.
Adoro a las palabras escritas y escapo del ruido que ocasionan las verbalizadas, mi alma es libre en el silencio y se siente prisionera donde abunda el palabrerío vacuo que desconoce e ignora muchas veces, las delicias de la escucha.
Viviana Laura Castagno Fuentes
