Tenía una mente frondosa, presta,
ella aseguraba, que prefería imaginar,
antes que dar cabida a los recuerdos.
Y era comprensible, sus trece años,
no albergaban biblioteca con pasado,
su vida era el aquí y ahora, junto al futuro,
que ella con emociones aguardaba.
no albergaban biblioteca con pasado,
su vida era el aquí y ahora, junto al futuro,
que ella con emociones aguardaba.
Un cerezo con flores blancas en la pradera,
no era un árbol más para su mente ágil
—era una novia inmaculada luciendo—
un hermosísimo vestido que la engalanaba.
Pero también podía ser la luna,
que en el cerezo mimetizarse intentaba
cuando en las noches plácidas de primavera
su luz tan brillante, tan nívea, reflejaba.
Una laguna, no era solamente una laguna,
—para su prolífica y vasta imaginación—
era una belleza extraordinaria
con aguas translúcidas y apacibles.
¿Y los gansos, acaso eran aves y nada más?,
no, eran un paradigma de la fidelidad,
ellos elegían a su par para toda la vida,
y observar el elegante vuelo, era su embeleso.
Niña, brillabas hasta cuando llorabas,
aunque a veces te sentías tan diferente al resto,
—decías que no había un lugar para ti en el mundo—
pero con tu maravillosa imaginación
puedo asegurarte, que a ese mundo lo mejoraste,
le entregaste tu luz, tu magia y con ello cambió todo.
Viviana Laura Castagno Fuentes
