Y ese día tan ansiado llegó por fin para el abuelito y los niños, sin avisar siquiera.
El gran árbol había sido plantado hacía meses, a todos sorprendía su enorme tamaño, su altura y la rapidez con la que crecía.
Cada mañana era celosamente vigilado por todos, los niños necesitaban de un catalejo para observarlo, porque desde el suelo no podían hacerlo.
Los habitantes del pueblo, hacían una ronda entre todos entrelazando sus manos, para lograr rodear la cintura gorda del portentoso tronco.
Cantaban canciones muy dulces para celebrar el crecimiento, en el pintoresco pueblito había nacido una variedad de vid especial y única y ameritaba el festejo.
-¡Vamos niñitos!-, dijo el abuelo: " está todo listo para la recolección de las uvas".
Con una gran escalera, treparon hasta alcanzar las ramas sólidas y comenzaron a subir por ellas.
La niña se sentó sobre una esponjosa y blanca nube, comenzó a desprender con sumo cuidado uva por uva.
El hermanito menor estaba montado sobre un pez volador e intrépido y el mayor osadamente trepado al brazo de otra gran rama allá en lo alto.
El abuelito tenía un tonel donde se depositaban las frutas, pero antes eran trituradas por el imponente instrumento musical que le aportaba la magia y la melodía necesarias.
Desde abajo todos estaban mirando, atentos por si alguna uva caía, podían lastimarse debido a su gran tamaño.
Pero todo transcurrió con absoluta normalidad, nada pasó al final y los niños junto al abuelo, lograron cosechar todas las frutas para elaborar la más exquisita de la jalea de uvas para todo el pueblo.
¿Vieron qué satisfacción genera el trabajo solidario?, aunque sea pequeñito, no importa, lo trascendente es dedicar un instante de nuestra vida para colaborar desinteresadamente para hacer feliz a la gente.
Viviana Laura Castagno Fuentes

No hay comentarios.:
Publicar un comentario