¡Estúpido! -dijo él-, todos tenemos miedos,
en este puto mundo en que vivimos,
estamos asediados por ellos, nos han cercado,
por eso escribimos, para sublimar, para mejorarlo,
porque creemos que podemos trascenderlos.
El amigo quedó atónito, desconcertado,
no era natural su vocabulario, le era ajeno,
era muy puntilloso, poseía una verba rica
utilizaba las palabras con gran cuidado,
si hasta parecía un cirujano de las letras.
-Calma amigo -le dijo, no te exasperes,
solo pregunté si tenías miedos, nada más,
porque yo los tengo, a veces logro el control
pero otras siento que en ellos me asfixio,
que en sus procelosas aguas
un náufrago me vuelvo.
-Disculpa -respondió él,
-Disculpa -respondió él,
consciente del exabrupto.
Pero, había que leer entre líneas lo expresado,
no hubo agresión alguna, la amistad era genuina
sucede que se había entrometido la muerte entre ambos,
seis décadas vividas, eran argumento válido para presentirla,
ya no estaba lejos como antes, no era inasible, si hasta la veían casi
y desde allí partieron los miedos para sacudir lo rutinario.
Una vez que retornó la calma, apuraron sus pasos y en silencio prosiguieron con su habitual paseo hasta el lugar que hacía años frecuentaban.
La mesa del viejo café los esperaba, estaba reservada para ambos;
porque desde hacía décadas, la fuente inspiradora,
anclaba allí a sus musas vistiendo disfraces varios
y ellos sabían que las letras exiliadas volverían.
Pero, había que leer entre líneas lo expresado,
no hubo agresión alguna, la amistad era genuina
sucede que se había entrometido la muerte entre ambos,
seis décadas vividas, eran argumento válido para presentirla,
ya no estaba lejos como antes, no era inasible, si hasta la veían casi
y desde allí partieron los miedos para sacudir lo rutinario.
Una vez que retornó la calma, apuraron sus pasos y en silencio prosiguieron con su habitual paseo hasta el lugar que hacía años frecuentaban.
La mesa del viejo café los esperaba, estaba reservada para ambos;
porque desde hacía décadas, la fuente inspiradora,
anclaba allí a sus musas vistiendo disfraces varios
y ellos sabían que las letras exiliadas volverían.
Porque había versos aguardándolas, para mejorar a una sociedad
tan prosaica, tan mediocre y con un futuro aciago en ciernes,
ellos intentarían con sus poesías, con sus prosas instalar a la belleza
en un mundo indolente que la había secuestrado.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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