Aquella plaza de barrio
donde mi niñez he estrenado,
es hoy un remedo incierto
rodeada por precintos de peligro.
¡Qué tristeza, cuántos silencios gritan!
Sus árboles de variadas especies
ofrendan sus brazos atentos
como si el intento fuese acurrucarla,
son los vigilantes naturales
donde hamacas, toboganes, areneros,
y hasta una calesita
aguardan a los niños y a sus algarabías.
Una plaza es hoy la faz más cruda,
es testigo mudo, es la referente,
de la perversión humana, la malicia,
que de niños y risas está huérfana.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















