Confieso,
aunque en mi mente
están calcadas
hasta las siluetas
que las sombras
de tus árboles dibujan.
Confieso,
aunque en el espejo
de tu río espléndido
se acuesta el cielo
y la luna descansa
plácidamente cada noche.
Confieso,
aunque tu naturaleza
sea un despilfarro
de belleza y de texturas
que a mi alma
día a día conmocionan.
Confieso,
aun no logro
sentirme tuya,
ni te siento mío,
porque aquel día
en un recodo del viaje
se quedó parte de mí
y vivo escindida.
Confieso,
mi regreso
fue pergeñado
por un imponderable,
no elegí yo, sino la vida,
por eso no logramos
restablecer el vínculo
que tuvimos
durante veinte años.
Confieso,
nada está escrito,
somos hojas sin otoño
naves sin piélago,
lo que hoy no pudimos
tal vez lo consumemos
una mañana tibia
de primavera.
¿Quién puede saberlo?
Viviana Laura Castagno Fuentes



















