El acto precioso de la escritura
es una entrega desinteresada
no existen límites, ni dogmas,
que logren detener su derrotero.
Es la mente y el alma fusionadas,
no sabemos dónde comienza una
ni dónde la otra, son amalgamas
perfectas y sincronizadas.
Cuando mis palabras despiertan
hay un reclamo implícito, un grito,
una demanda silente, maravillosa
que exige cielos, no cárceles.
Y es en ese instante mágico, único,
donde se gesta el romance
-las palabras y yo, un amor inefable-
la plenitud en su cenit absoluto
para una obrera al servicio de las letras.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















