Desearía ser
una diminuta flor silvestre,
para escudriñar la vida
escondida en la gramilla
que en cada lugar medra.
O ser...
una piedra solitaria,
que ansiosa a las aguas
aguarda
camuflada en doradas arenas,
para con idoneidad
ser amorosamente esculpida.
¿Y si pudiese ser
una inflorescencia de glicinas,
cayendo en cascadas fragantes
como si fuese un racimo
de uvas en flores devenida?
Podría ser tanto...
cualquier manifestación
de la magnificente natura,
un avecilla tal vez sorprendida
porque su árbol frondoso
al despojador otoño
su vestidura ofrendó.
Pero, definitivamente
elegiría a la mar,
percibo que en ella moran
los misterios de la vida,
se recuestan las tribulaciones
de las almas que hasta
sus playas llegan,
como si justo en ese hábitat
encontraran
las respuestas a las preguntas
que entre sus pares...
que entre sus pares... no encuentran.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















