Qué difícil es ser honestos,
en una sociedad que posee
cada intersticio, cada ámbito,
infestado por una corrupción
estructural, que todo lo contamina.
Y estoy refiriéndome
a prácticas mafiosas
que datan desde hace décadas,
en mi amada Argentina,
país donde nací y vivo.
Lo que es incomprensible,
es que han aceptado las artimañas,
las mentiras, los embustes,
como algo que naturalizaron.
Y ello no reconoce estándares;
es corrupto el de abajo,
el del medio y el de arriba,
no hay distingos de condiciones,
ni sociales, ni económicas,
y tampoco culturales.
El ciudadano ha aceptado,
ha avalado al que se enriqueció
ilícitamente, de la noche a la mañana.
No hay condenas, ni sentencias,
porque esta enfermedad del alma,
ha anestesiado a la justicia
que debería ser más expeditiva
y no lo es -porque pactó con el diablo-
Y allí reside la enorme dificultad,
para encauzar a un río
que decidió salir de su cauce.
La corrupción es endémica,
es corrupto el ciudadano
que vive en una gran urbe,
pero también lo es aquel
que habita en pueblos pequeños
de nuestro interior profundo.
No habrá salida para esta tragedia,
mientras miren para otro lado,
y consideren como normal,
lo que debería ser considerado execrable.
La corrupción no tendrá cura,
si el enfermo no desea ser curado,
y seguirá arraigada, cual raíz a la tierra,
mientras sea una impronta
aferrada en la génesis
de cada Argentino,
que elija ser inmune a un cambio.
Viviana Laura Castagno Fuentes


















