Bastaba con mirar su rostro
para percibir que sus ojos
tenían aposentada una catástrofe,
en la biblioteca de su vida.
En ellos se derramó el cielo un día,
fue en junio - hace ochenta años-
eran destellos, eran dos estrellas,
dos fulgores que encandilaban.
Pero, el derrotero de su viaje,
fue dejando inevitables huellas,
desazones, soledades, decepciones tantas;
que a su plácida mirada la luz le arrebataron.
Hoy, vive en un presente vacilante,
la cercanía de la muerte es inevitable,
las tribulaciones se tornaron impiadosas,
y todo está allí, en esos maravillosos ojos,
donde el cielo un día, eligió quedarse.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















