Hay amores
que fenecen
espontáneamente,
sin generar dolor
y así terminan.
Hay otros
que tienen
su fecha de caducidad
ya anunciada,
pero son sometidos
a vivir bajo presión
aun desfalleciendo.
Pero...existen otros,
que se hospedan
en las profundidades,
allí, justo allí,
donde el alma los cobija.
Esos amores
son estoicos sobrevivientes,
sortean borrascas
con la impronta única
que los resilientes poseen.
Y se quedan ahí,
silentes,
aguardando
que un ímpetu primaveral
amorosamente los despabile,
como si fuesen
frágiles y delicados
retoños
de una glamorosa gardenia.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















