Tenía a veces
la impronta del invierno:
era imperturbable, fría
—solo en apariencia—
pero guardaba un tizón
en cada abrazo.
Y sabía ser río,
fluía sin detenerse
esquivaba con donaire
los óbices que iba encontrando
y a otros los ignoraba.
Supo guardar vestigios
de sus exultantes primaveras
—para suavizar sus declives—
pero aun así, obsequió camelias
porque su hechura: era la entrega.
Viviana Laura Castagno Fuentes









