Está triste el muro,
con su sutileza de adobe
desmoronó a sus ladrillos
y allí están, esparcidos,
sobre el húmedo suelo
en actitud de desesperanza.
Está alicaído y taciturno,
y aunque reconocer la causa
cierto pudor le ocasiona,
fue el tiempo el victimario
que sin piedad alguna
su atavío de gala ha desgarrado.
¿Cómo explicar, cómo decirle
a un muro viejo y agobiado
que los años pasan
inexorablemente
para él y para todos?
¿Cómo lograr convencerlo
para que comprenda
que el sostén de su alegría
era una bellísima hiedra
que malherida yace?
Ella también sucumbió,
porque sus ramas y raíces
ante la fragilidad claudicaron,
y esa extrema debilidad
mutiló décadas de un abrazo
entre un muro de ladrillos
y una hiedra amante
que de vejez, feneció.
¿Cómo abreviar tanta agonía, cómo?
Viviana Laura Castagno Fuentes



















