Era consciente de su beldad.
Sabía que destellaba luz propia,
donde sea que estuviese,
y era feliz con esa realidad.
Parecía una escultura,
esculpida con extrema delicadeza
por prodigioso artista,
amante también de la belleza.
Sus sinuosidades eran escondites,
para quién buscaba dónde perderse,
su cuerpo tenía apariencia de mujer madura
era una niña, arropada por ingenuidades.
Pero, tanta perfección demandaba,
asumir roles varios que la extenuaban,
debía esquivar piedras traicioneras,
que en su camino encontraba.
Pero, tantos inviernos esfumarían
cual pisadas en la inestable nieve
su deslumbrante belleza,
que la natura dadivosa
le había otorgado.
El tiempo es así, impiadoso siempre,
y no hace excepción alguna, con nadie.
Sobrevendrían otras etapas, diferentes,
en el natural devenir de la vida.
Y la belleza armó sus valijas, inició el viaje,
había cumplido muy bien con su tarea
le entregó dones como a pocas,
ahora comenzaba un fin de época.
Sabía, su perfección física sería transitoria,
y nada hubiese sucedido,
cuando los naturales cambios arribaron,
si su cuerpo y su alma
El tiempo es así, impiadoso siempre,
y no hace excepción alguna, con nadie.
Sobrevendrían otras etapas, diferentes,
en el natural devenir de la vida.
Y la belleza armó sus valijas, inició el viaje,
había cumplido muy bien con su tarea
le entregó dones como a pocas,
ahora comenzaba un fin de época.
Sabía, su perfección física sería transitoria,
y nada hubiese sucedido,
cuando los naturales cambios arribaron,
si su cuerpo y su alma
no viajaran escindidos.
No logró reconciliarse con el espejo,
le devolvía una imagen desconocida
que en su mente no existía,
aunque su cuerpo le avisaba.
Lidió un tiempo prudencial,
con su metamorfosis inaceptable,
el dolor fue impiadoso, cruel,
y eligió un día caminar hacia la nada.
La nada, tenía la faz de un infinito mar,
dejó sus pisadas plasmadas en la arena,
parecían incrustadas, como un adiós,
una gran ola la abrazó y partió con ella.
Tanta belleza traería sus costos.
Niña, debiste fortalecer tu mundo interior,
para dar la bienvenida a inevitables cambios,
y así, ponerle cerrojos a la sinrazón.
Son misterios perpetuos estas decisiones,
es el alma desolada, es el gran desasosiego,
es un desgarrador grito de auxilio,
aunque en apariencia, parezca lo contrario.
Y partió, la mar le tendió su mano,
tal vez sintió que pondría un final
a tanta desazón inexplicable.
Niña, la belleza fue tu cuna
No logró reconciliarse con el espejo,
le devolvía una imagen desconocida
que en su mente no existía,
aunque su cuerpo le avisaba.
Lidió un tiempo prudencial,
con su metamorfosis inaceptable,
el dolor fue impiadoso, cruel,
y eligió un día caminar hacia la nada.
La nada, tenía la faz de un infinito mar,
dejó sus pisadas plasmadas en la arena,
parecían incrustadas, como un adiós,
una gran ola la abrazó y partió con ella.
Tanta belleza traería sus costos.
Niña, debiste fortalecer tu mundo interior,
para dar la bienvenida a inevitables cambios,
y así, ponerle cerrojos a la sinrazón.
Son misterios perpetuos estas decisiones,
es el alma desolada, es el gran desasosiego,
es un desgarrador grito de auxilio,
aunque en apariencia, parezca lo contrario.
Y partió, la mar le tendió su mano,
tal vez sintió que pondría un final
a tanta desazón inexplicable.
Niña, la belleza fue tu cuna
y también tu féretro.
Viviana Laura Castagno Fuentes
Viviana Laura Castagno Fuentes



















