Cada vez que elevo mi mirada
y en un cielo diáfano me pierdo
tan inconmensurable, tan perfecto,
menos comprendo a los hombres.
La magnánima naturaleza se ofrenda
nos entrega desinteresadamente todo,
sus soles, sus lunas, sus flores,
el oxígeno que inhalamos
ni más ni menos que la vida.
¿Y cómo le respondemos nosotros?
Somos expertos desbaratadores
ignaros perpetuos, dormidos viajamos,
y la displicencia es un mal que abunda.
Somos seres espirituales,
dentro de un cuerpo prestado morando,
nada nos pertenece, todo es ajeno
pero dueños indolentes nos creemos.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















