La escritura
inaugura espacios nuevos
donde el goce
su plenitud despliega.
Existe un romance
con las palabras,
una búsqueda incesante
de la belleza
—aun cuando el dolor anida—.
Es un permiso,
una relación simbiótica
entre la mente
que apabullar sabe
y el alma que la domeña.
La escritura
es la terapia atinada
donde cómodamente navegan
el desgarro y la analgesia
—en una mar de letras—
que a los naufragios evitan.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















