Diré mil veces, será sin proponerme por supuesto, pero no importa: "Escribir es el supremo placer que poseo, es la felicidad incrustada en mis células, cada vez que por palabras soy amueblada".
Pero, cuando el abandono percibo, en mendiga me convierten.
Las busco en rincones, en libros despiertos y dormidos, las persigo como a mariposas y son tan hábiles, tan astutas, que se alejan.
Y pienso, estarán viajando hacia otras almas que las necesitan, para invadir con su luz y desplegar toda la magia.
Porque es justamente ese el sentimiento: el de la magia, porque cuando llega la inspiración, se abren innumerables ventanas y garantizan que a través de ellas ingrese el universo con sus titilantes estrellas y nos modifique.
Escribir por placer, pero también por una imperiosa necesidad, que es inefable muchas veces, son palabras abarrotando cada intersticio de mi mente y deseando ser excarceladas cuanto antes.
Y allí reside mi dilema: ¿Acaso soy una vil carcelera de letras que se sienten atrapadas?
¿Soy una angurrienta que las devora sin tomar consciencia?
No, no deseo ese mote, mi ilusión es ser sencillamente un medio para la emancipación de cada una de ellas, las portadoras de sentimientos tan íntimos, tan míos y también ajenos, que buscan con ansias ser compartidos con tantos corazones desolados y hambrientos.
Diré mil veces o millones, pareceré una ilusa: "Escribir es el supremo de los placeres, dan sentido a mi existencia y es la respuesta a tantas preguntas que en ningún espacio encuentro".
Viviana Laura Castagno Fuentes

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