Siempre la sonrisa
en sus ojos —allí asilada—,
y un andar manso, silencioso.
Siempre una sobria actitud
para la entrega, el obsequio,
un océano de magnanimidades.
Siempre la empatía
la comprensión agigantada,
convertía en propio lo ajeno.
Siempre las puertas abiertas,
aunque su demasía implicara
olvidar que también estaba ella.
Viviana Laura Castagno Fuentes
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