que hable sobre las rosas,
las fragantes glicinas,
o los cielos diáfanos.
Podría escribir también,
sobre la niñez maravillosa
que esculpió a la mujer de ahora
la que mantiene viva a su niña.
Pero, hay momentos,
en que se desata en mi alma
—un clamor que exige gritos—
y las palabras son emisarias
no quieren flores, ni cielos,
—sino que hable sobre la indolencia—.
Sí, esa indolencia que duele,
la que estruja al alma
como a un trapo raído y viejo
—la que mira sin mirar nada—
y se da el permiso absurdo
Hoy me bulle la sangre,
—tanta indiferencia espanta—
la riqueza en pocas manos
que se torna vil y obscena
y hace que me pregunte:
¿Para qué desean tanto
si no es para poner en otras manos
y otros estómagos que esperan?
Disculpen, hoy no pude escribir,
no logré plasmar nada sobre
—me abdujo la cruda realidad—
la misma que estrujó
—cual trapo raído y viejo—
porque —tanta insensibilidad—
carece de explicaciones válidas.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















