Amaba escuchar día a día
los —sonidos de la natura—
era su pasatiempo preferido
le insuflaba una energía única.
Conocía los cantos de las aves
poseía un pentagrama —diría—
identificaba con precisión
a cada especie con su melodía.
Otoño, la época para sus caminatas,
al crujir de las hojas secas
lo definía como música vegetal,
—era la vida después de la vida—.
¿Y qué decir de su conexión
con el río que tanto amaba?
Entrecerraba sus ojos
para disfrutar de la sinfonía
que generaban sus mansas aguas
cuando entre las piedras fluían.
Establecía un diálogo con él
—creo que era mutuo—
un confidente de lujo, un amigo,
cuando las palabras sobraban.
Amaba los sonidos de la natura
con sus ruidos y sus silencios,
discernía con gran sabiduría
porque la naturaleza era ella.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















