Días que traen
una suerte de invitación
para esgrimir un balance
de lo que hemos vivido
aunque el mismo tenga
una connotación fría e impersonal.
Diré honestamente
que no tengo medallas
que exhiban el éxito
ni bonanzas materiales.
Solamente aprendí
a sortear con elegancia
esquirlas que aún abundan
porque supieron eludir
mis esmeros en el arte
de la sutura permanente.
Camino algunos días
con el andar balbuceante
que ostenta un niño
cuando abandona
los límites de su cuna.
Me propongo no irradiar
la tristeza que se instala
con períodos de intermitencia
—para no incomodar a otros—
aunque mil disfraces urda.
Escalo con dificultad
los fiordos privados e inasibles
que se formaron muy dentro
y mi estabilidad dificultan.
Pero también me deslizo
por tenues pendientes
que están habilitadas
con una suave gramilla
y flores silvestres medrando.
No, no hay logros, ni éxitos,
sólo incipientes intentos
que demandan de mí —todo—
en aras de una necesidad
por incrustar paz en mi alma.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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