Muere la poesía, languidece,
cuando la palabra está desnuda
y no logra transmitir nada,
porque de los sentimientos
se han olvidado, los eludieron,
por acatar demandas de la mente.
Mueren los versos, fenecen,
porque sin alma viajan
y cuando ella está ausente,
es como imaginar un mar sin playas,
una primavera sin sus esplendores,
es un desatino todo, un galimatías.
Muere la poesía irremediablemente
cuando no hay amor incrustado
porque la mente ganó la batalla,
la mata el deslustre, la opacidad,
—perdió el alma su fuerza inspiradora—
la única que logra devolver los brillos.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















