He fracasado otra vez, he sido derrotada por los recuerdos que hoy -en un acto de conspiración- se inmiscuyeron todos juntos y mi aparente serenidad alteraron.
Pueden conmigo, demolieron mis cimientos que cierta solidez tenían y el proceso comienza de nuevo.
Recuerdos, es la vida toda en los entresijos de la mente atesorados - ¿o en alma en realidad? -, acumulan la historia de una travesía que posee a todos los accidentes geográficos y más todavía.
Es mentira, nadie puede evitar que despierten, es una tarea harto imposible intentar ignorarlos, porque son quienes nos edifican, sin ellos estaríamos vacíos, incompletos, seríamos una hechura a medias.
Evadir a los recuerdos es como pretender una biblioteca sin libros, un río sin sus vados o meandros, un adiós sin lágrimas, un árbol huérfano de sus aves y sus nidos.
Llegaron cuando estaba absorta en mis tareas matinales, una fotografía tuya generó el desconcierto que arrasó con mi vergel, agigantó el páramo que se aposentó en cada intersticio y doblegó mi estabilidad- esa que creía férrea y contundente-.
Porque, aunque transcurren los meses y la adaptación organiza el desorden interno, a veces basta un indicio solamente para que el caos se adueñe de mí y en él vuelvo a extraviarme.
Recuerdos, esa biblioteca magna que poseemos, ellos nos traen la paz anhelada o el averno, viven acurrucados y en silencio, hasta que una fotografía los despabila y logran desafiarnos.
Entonces comienza la gesta, debo erguirme de nuevo, abrevando en los momentos maravillosos que me erigieron.
Y definitivamente, - es en tu amor inconmensurable donde encuentro mi anclaje -, ese amor que no tendrá parangón alguno - porque nadie me amará como lo has hecho- y es él quien me convoca a continuar a pesar de todas las inclemencias con sus páramos y vergeles incluidos.
Viviana Laura Castagno Fuentes