Creí, —ingenuamente—
que mis letras
estarían preparadas
para instalarse cómodamente
en los poemas
que a borbotones fluirían
pero, —qué equivocada estaba—.
Ocurrió lo inesperado,
—se anquilosó mi mente—
hubo una conmoción interna,
se obnubiló esa mañana
ante la desmesura
y el esplendor ilimitado
que por doquier ofrendas.
Y no es tu cielo solamente
en comunión perenne
con el inasible mar,
ni la profusión de tus follajes,
no son tus impecables vergeles
ni tus aves, ni tu brisa inconfundible.
Es una amalgama perfecta,
es tu gente afable, cálida,
son tus calles y avenidas
que al mar miran y miman
mientras hasta él descienden.
A mis letras las intimidó
tanta belleza inusitada
y se quedaron mudas ellas,
se tornaron tiesas,
cuando en realidad
poseían y poseen
miles de argumentos
para retozar en poemas
que las alberguen.
¡Cuán equivocada estaba!
Porque eres una desmesura
—que a mis versos paralizan—
porque se ausentan los adjetivos
para describirte con precisión
bellísima ciudad de Santa Clara.
Viviana Laura Castagno Fuentes

















