Aquí estoy,
intentando ordenar
no solamente
lo que atañe
a lo material,
sino más precisamente
los desórdenes
que en mi alma viven.
Será por un tiempo,
es natural el caos
en el que estoy sumida
y los sentimientos
buscan afanosamente
su exacto lugar
(me percibo un árbol),
hay muchas hojas
que no cayeron todavía
y estoy dejando tranquilo
al habilidoso otoño
para que haga gala
de sus atributos
despojando el camino
de lo fútil e innecesario.
Es tan contundente todo,
estas circunstancias
tan extremas y dolorosas
(que dejarán su legado
de cicatrices a perpetuidad),
vinieron a despejar
cada recoveco
de óbices y estolideces.
Están los que siempre
han estado,
los demás desaparecieron
como en un acto
de prestidigitación
y me aliviaron la vida
te confieso,
porque el amor
se acrecienta
no sabe sobre eclipses
parciales o totales.
Me siento ligera ahora,
atesoro tu amor genuino
e inconmensurable,
no habrá otro igual
porque eras única,
mientras
me regodeo en recuerdos
ricos, maravillosos,
evitando malgastar
energías
en sentimientos vacuos
que solamente
desestabilización traen.
Todo está sucediendo
en su justa dimensión,
convengamos en algo:
lo sucedido fue devastador
y estoy respetando
a rajatabla
que el río desbordado
su cauce encuentre
para que prosiga
discurriendo
(no como antes)
será diferente ahora,
pero seguirá siendo río.
Por eso el silencio
de mis letras,
en apariencia
parece un acto
de procrastinación,
pero no lo es,
ya encenderán las luces
y reverberarán como antes
pero será
con atavíos primaverales
te aseguro.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















