Se equivocaron,
intentaron segar sus alas
—tan ávidas, tan ágiles—
para otear nuevos rumbos
y reiniciar el viaje.
Lo que no sabían ellos,
—por ignorancia supina—
es que cuando eso ocurre
le crecen cientos de pares
que le nacen en el alma.
No existe óbice alguno,
no hay muros, ni océanos
que puedan eclipsar su anhelo,
se disipan todos los límites,
absolutamente todos
cuando ella decide
despertar el andamiaje
para volar hasta sus sueños.
Se equivocaron,
intentaron segar sus alas
pero lo que no sabían
—por tozudez remanida—
que no crecen en su espalda
ellas nacen por miles
desde las profundidades
que hay en su alma magna.
Viviana Laura Castagno Fuentes

















