Junto a la exuberancia
de dos exultantes ciruelos,
de un laurel y un limonero
"cuatro estaciones",
hay un etéreo rosal alicaído.
Está enfermo, frágil,
huérfano de cuidados
o tal vez, tanta soledad
sin piedad lo ha condenado.
Aún viejo y macilento
ha ofrendado a sus reinas,
pero también perdió fortaleza
y fenece lentamente.
No intervendré, me niego,
no extirparé su cuerpo
no he nacido para ello
me sentiría una homicida.
Elijo que la natura
decida con sabiduría,
que la tierra que lo vio nacer
y fue su cuna un día,
mañana también sea su féretro.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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