Cuando la muerte decida venir a buscarme, no quiero estar dormida, sino bien despierta, con la mente abierta y ágil.
Me gustaría esperar su llegada, sentada en un lugar a cielo abierto, que las estrellas y la luna, sean las testigos privilegiadas de nuestra charla previa.
Porque desearé tener un diálogo abierto y franco, hace décadas, desde el día en que al mundo vine, comenzó mi derrotero hacia ella; una realidad tangible e indiscutible, la mayor de las certezas, no sabemos nada sobre la vida, pero sí que algún día moriremos.
¡Y vaya que la muerte es tan inherente a nuestra vida!
Aunque por prejuicios y temas de la cultura, en negar esta realidad nos empecinamos.
Será interesante contarle como ha sido el viaje apasionante que he realizado.
Con la espontaneidad que me caracteriza, le hablaré con gran franqueza, no habrá mentiras, ni ambages y menos artilugios innecesarios.
Hasta me gustaría, invitarla a degustar un café, para hacer más amable y entretenido el intercambio.
Sabrá ella, que acumulé muchos agobios, que de cada uno de ellos me he hecho responsable absoluta y no existen culpables en el afuera, no existen.
Sabrá también, que el adiós definitivo a mi Padre -antes- y a mi Madre hace muy poco, fueron los acontecimientos más dolorosos que he vivido, marcaron a fuego toda mi existencia y dejaron heridas incurables.
Sabrá también, que no hay arrepentimientos, todo lo vivido ha sido fuente inagotable de aprendizaje, porque de ello se trata el viaje.
Fui integrante de una familia amorosa, cada quién cumplió sus roles generosamente y han sido artífices de la mujer del ahora.
Si tuviese que escoger una etapa, la más plena, sería definitivamente mi maravillosa infancia, porque el candor que poseía, iluminó cada instante y embelleció con luces especiales esta gran travesía.
Imagino, que así será nuestro diálogo, una vez concluido, tomaré sus manos y dejaré que ella guíe los tramos definitivos.
Hasta siempre vida, muchísimas gracias por tanto, solo permíteme que solicite tus disculpas, mi único error, mi gran deuda habrá sido: no haber vivido con plenitud etapas pródigas, es una estación que pasé de largo, por miedos paralizada tal vez, cancelé goces tantos sin ser consciente por supuesto.
Traicioneros miedos que no paralizan al cuerpo, sino que asesinan al alma, tan incauta, tan inocente ella.
Vamos, estoy dispuesta ahora, amiga tienes las llaves que abrirán otras puertas, para que definitivamente pueda viajar más libre y más ligera, pero ¿Hacia dónde amiga?
Viviana Laura Castagno Fuentes