Emana la escritura desde espacios recónditos donde su génesis poseen.
Y luego comienza la gesta, el sutil desorden que producen me convierten en una "organizadora", demandan un lugar para afianzarse y abandonar su condición de trashumantes.
Y es "la poesía" la gran depositaria, es justo allí donde aman acomodarse porque se perciben libres y su plenitud alcanzan.
No es un trabajo el acto de escribir, es un placer y una necesidad también —han sido las letras mis asistentes cada vez que inexorablemente se me cayó la vida—.
Si tuviese que apelar a actos rutinarios y a la estructuración horaria para emancipar a los versos... honestamente no hubiese podido plasmar ni un renglón siquiera.
Necesito que las palabras me invadan, que ocupen cada intersticio mío y que reclamen su libertad luego.
Cuando perciba que en un "trabajo" se convierte, entonces será un aviso de que el final ha llegado y el autoexilio será la respuesta.
La escritura debe ser para mí "un acto de absoluta liberación", cuando esa fluidez no exista, cuando se torne complejo y sinuoso organizar a las letras será porque comenzó a faltar "el alma" a la cita y yo sin ella: "sencillamente no existo".
Sin sentimientos, definitivamente para mí no existe la poesía, solamente habría palabras que vacías y desorientadas deambularían por el universo de mi vida.
Viviana Laura Castagno Fuentes
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