La muerte lisa y llana
está interpelando
con enorme contundencia
mi vida toda,
no hay espacio
que esté al margen,
porque la ausencia
desestabilizó todo.
La enorme devastación
no dejó resquicio
sin horadar,
nada es igual ahora
y estoy aprendiendo
a vivir solamente
con recuerdos.
Es como hacer un viaje,
pero la carretera
por donde transito
no está afuera
sino adentro.
Y no posee carteles
que me orienten,
me extravío
y no logro atisbar
si estoy volviendo
o yendo todavía.
Nada, ni nadie,
desmoronó con creces
mi universo
como lo hizo
este adiós.
Está poniendo a prueba
mis capacidades
mis límites interiores,
para sostenerme
y no trastabillar
porque abajo...
está el precipicio.
¿Saldré indemne?
Porque convengamos
soy otra ahora,
diferente, lesa,
fui edificada, cincelada,
con valores
inexpugnables,
esos que se atesoran
en el alma,
no en una caja
de seguridad bancaria
y se convirtieron
en la "herencia perfecta".
La muerte...
¡Sí, la muerte!
porque no quiero
ni deseo utilizar
eufemismo alguno
y menos una metáfora,
ella se ha llevado
partes mías
y tengo zonas
desiertas, rasas,
que se parecen
a la estepa siberiana.
Pero, se quedó el amor
inconmensurable
el que me habita
desde siempre
(soy su producto),
como el aval certero
que evitará
a ultranza
un deslave potencial
hacia el precipicio.
Viviana Laura Castagno Fuentes



















