Había que nacer jirafa, ese era el secreto,
vestir un largo y esbelto cuello,
calzar unas altísimas y finas patas
para plasmar el más anhelado intento.
Sí, nacer jirafa, poseer esa elegancia nata,
mirar con enormes ojos dulces y atentos,
estirar como si tuviese elastizado el cuerpo
y entre vaporosas nubes lograr el cometido.
No lo había imaginado y era mi sueño confieso,
debí haber nacido jirafa, alta y estilizada,
poseer la aptitud dúctil y etérea de bailarina
para tocar a la luna y besarla dulcemente.
Viviana Laura Castagno Fuentes.

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