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lunes, 21 de enero de 2019

EXTRAVIADA




Cuando niños, en nuestro hogar, 
nuestra primigenia aula,
degustamos los exquisitos sorbos  
de educación, imbuidos en valores, 
que creíamos, serían eternos. 

La palabra, era garantía, confianza, 
no se necesitaban papeles ni firmas, 
¿quién se atrevería a incumplirla 
si era la piedra basal de la vida? 

Ser honestos, leales, bondadosos, 
eran paradigmas aprendidos en casa, 
que se complementarían más tarde 
en nuestro segundo hogar, la escuela.

Pero hoy, vivimos un desbarajuste. 

Valores que nos elevan  
a seres humanos humanizados, 
hoy se denominan códigos
y debo confesar que me atribula.

Comienza una pugna interna, 
dirimir entre lo que somos
con lo que demanda el afuera
un mundo que me es ajeno.

Se siente como un arrebato, 
es como si talaran nuestro árbol, 
justo cuando estaba dando sus frutos, 
y se desmoronara inerme 
sobre nuestra casa y nuestra cabeza.

Cuál es el camino?, me pregunto.

¿Vivir como lo siente el alma?
¿O ceder a los artilugios ladinos, 
para así menguar el padecimiento 
por poseer valores eternos y no códigos?


Viviana Laura Castagno Fuentes 

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