Le decían "el jardinero"
pero era un escultor con tijeras,
un puntilloso diseñador
y al jardín lo convertía
en una magna obra de arte.
Podaba con precisión milimétrica,
cada gajo, cada intersticio,
era un cirujano entre las plantas
y cada intervención suya
cada gajo, cada intersticio,
era un cirujano entre las plantas
y cada intervención suya
una mejoría generaba.
El jardín llevaba su impronta,
había otra vida, otros influjos,
y lo lograba el coreógrafo,
el artífice innato
El jardín llevaba su impronta,
había otra vida, otros influjos,
y lo lograba el coreógrafo,
el artífice innato
de tanta belleza producida.
Pero, un día, lo excelso
se tornó mustio,
las ramas hacia el suelo
las ramas hacia el suelo
se encorvaron,
las reinas vestidas de gala fenecían
a sus gajos lánguidos aferradas.
La vida, la que decide cuándo y cómo,
necesitaba a un escultor en otros lares.
las reinas vestidas de gala fenecían
a sus gajos lánguidos aferradas.
La vida, la que decide cuándo y cómo,
necesitaba a un escultor en otros lares.
El elegido fue nuestro dilecto artista,
y hoy, los jardines todos

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