Cuando dentro de nosotros,
algo nos desconcierta y nos agobia,
se siente un desasosiego,
donde no hay piso, ni techo.
Buscamos el comienzo del daño,
es como hallar en una madeja,
ese hilo conductor que avisa,
aquí puedes comenzar tu ovillo.
Es como intentar suturar,
desde el afuera, una herida,
que se engendró muy dentro,
sin saber dónde comienza,
y menos en qué lugar termina.
Solo percibimos la incertidumbre,
se fusionaron, el cuerpo, la mente
el alma, en un amasijo informe,
y no existen respuestas válidas.
Será que es la vida gritando,
cuando los hastíos la abruman,
son tiempos de largos silencios,
porque las edificaciones lo exigen.
Deben ingresar nuevos aires,
que traerán la renovación necesaria
para lograr cauterizar nuevas
y vetustas heridas infligidas.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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